martes, 19 de abril de 2016

...Y EN LUGAR DE PERDICES, SE COMIERON A BESOS

Pocas veces puedo escribir algo que atraiga tanto a los lectores de mis columnas como a quienes os gustan mis opiniones sobre series y cine, así que estas letras son especiales porque van dirigidas por igual a ambos públicos.

Antes de comenzar, os pongo en situación. Imaginaos que los personajes de Mulán, Caperucita Roja y Dorothy (de El Mago de Oz) vivieran aventuras en un universo alternativo en el que Dorothy hubiera quedado atrapada en un hechizo de sueño y solo un amor verdadero pudiera despertarla (estilo Bella Durmiente). Y entonces, pasa esto (no hace falta afinar el oído para entender el inglés, lo que importa es lo que sucede): 



Seguramente, mezclar los cuentos más tradicionales con la homosexualidad puede ser un escándalo para muchas mentes. Sin embargo, este fragmento de la serie 'Once upon a time' nos da la solución a la homofobia que aún hoy viven muchas parejas gays, que no es otra que verlas como algo normal desde la más tierna infancia. Dicho esto, si el único modo de que las relaciones entre personas del mismo sexo se vean tan normales como los finales felices en los cuentos de princesas, ¿por qué no cambiar el cuento?

A lo largo del capítulo, no se habla en ningún momento de los sentimientos de Caperucita hacia Dorothy, solo se intuyen entre miradas y confidencias con amigas, como sucedería si el objeto del enamoramiento fuera un encantador príncipe azul. Así que creo firmemente que, si una serie puede contar un romance homosexual con las mismas herramientas y la misma normalidad con que se han contado los más clásicos idilios entre hombre y mujer, no debe ser muy difícil que esa normalidad llegue a la mente humana, si para ello educamos a nuestros hijos en la idea de que ser diferente a lo socialmente establecido no es algo malo sino todo lo contrario. ¿O tendríamos hoy las mismas libertades si el ser humano no hubiera luchado día a día contra esas mismas (estúpidas pero siempre existentes) imposiciones sociales?

Sobra decir que el capítulo ha sido aplaudido por la comunidad de fans, no solo por su originalidad sino por su valentía a la hora de mostrar con toda naturalidad algo que ya pasa día a día frente a nosotros. 

No sé si 'Once upon a time' será recordada como una gran serie o si se perderá en un mar de producciones audiovisuales olvidadas, pero confío en que estas imágenes sean el comienzo del "y fueron felices y en lugar de perdices, se comieron a besos".

sábado, 2 de abril de 2016

NO ME DA LA VIDA (II)

Si tengo poco tiempo para ver y comentar todas las películas que me gustaría, menos tengo para hablar de todas las series que veo, si no es con un buen café y mejores amigos presentes. Así que ahí va un review de todas las producciones televisivas que sigo ahora mismo:

El ministerio del tiempo: tremenda sorpresa que vio peligrar su segunda temporada y hoy cuenta con una legión de fans con nombre propio. Los ministéricos. Pese a que Rodolfo Sancho en la piel de Julián Martínez es un atractivo de esta ficción, la incorporación de Hugo Silva como Pacino ha sido todo un acierto que ha mejorado muchísimo tramas y guiones. En cada capítulo se nota la pasión y el saber de Marc Vigil por el mundo del cine. 100% recomendable para quien quiera ver algo diferente con firma de la casa. Punto extra para una web muy currada, para Nacho Fresneda interpretando a Alonso de Entrerríos para deleite de los seriéfilos y para los podcast con historia extra que ofrece la web de RTVE.

The walking dead: Después de un par de temporadas un pelín aburridas, nuestra paciencia se ha visto recompensada con capítulos que se mantienen en alto prácticamente desde el primer frame. Eso sí, los sobresaltos por posibles muertes de protagonistas que luego no son tal, o sí, nos mantienen en una constante montaña rusa de emociones. Si a ello le añadimos que podemos completar información sobre el virus con la precuela Fear the walking dead y la web serie Flight 462, no nos despegamos del ordenador. Y lo sabes.

Juego de tronos: Aunque pase prácticamente un año entre temporada y temporada, esta serie es de obligado visionado para cualquier amante de la pequeña pantalla, tanto por su espectacular producción con un gran número de extras, como por su grabación a lo largo de exteriores en todo el mundo y por ser una adaptación prácticamente imposible de la novela río más grande de todos los tiempos. Si todo esto no es suficiente, basta con mencionar la interpretación de Peter Dinklage como Tyrion Lannister, sin definición posible con palabras. 

Mar de plástico: Desde mi punto de vista, los responsables de su emisión aprovecharon el tirón del éxito de La isla mínima (Goya a la Mejor Película en 2015) y no hicieron nada mal. Aunque no engancha tanto como otros productos similares (Véase Bajo Sospecha) el cliffhanger de la primera temporada nos dejó a todos con la boca abierta y ganas de más. Una pena que el tiempo que están tardando en estrenar la segunda temporada esté borrando ese efecto. Punto extra para Nya de la Rubia y Andrea del Río, tremendas interpretaciones y grandes descubrimientos para la ficción española.

Jessica Jones: La primera ficción hija del matrimonio Netflix-Marvel no ha decepcionado en
absoluto. Sin grandes efectos especiales, incluso algo ridículos por innecesarios (recordemos el momento en el la protagonista hace alarde de su fuerza sobrenatural levantando un más que evidente muñeco de su pareja inconsciente), esta serie atrapa como una droga, el cuerpo pide un capítulo detrás de otro, especialmente por el talento de Ritter y de un enorme David Tennant, que está por encima de cualquier otro aspecto de la serie.

Pretty little liars: el gran mérito de esta serie es, a parte de unos estilismos dignos de cualquier pasarela, mantener a sus fans después de tantísimas vueltas como ha dado, dejando un amplio reguero de villanos que luego son marionetas. Sin embargo, a diferencia de Lost (Perdidos), Pretty Little Liars sí ha sabido dar explicación a todos los enigmas planteados a lo largo de cinco temporadas, para dar un salto de cinco años e iniciar una sexta que promete, especialmente, por el carácter ya adulto de sus protagonistas. Muy atrayente el cambio del personaje de Hanna Marin (Ashley Benson), que ha pasado de ser la rubia tonta a la chica valiente y arriesgada, y la tremenda interpretación de Troian Belisario como Spencer, destacando por encima de las demás protagonistas.

Castle: Sin duda alguna, el secreto de esta serie es la química entre sus protagonistas, la comisaria Kate Beckett (Stana Katic) y el escritor Richard Castle (Nathan Fillion). Con o sin trama amorosa, el trabajo de actores y personajes encandila, siendo capaces de pasar del misterio, el suspense y la investigación más absoluta a la ironía de situaciones increíblemente cómicas. Como todo buen primer plato, sus secundarios son la guarnición perfecta encarnado en Molly Queen, Susan Sullivan (hija y madre de Castle, respectivamente), Seamus Dever y Jon Huertas (detectives compañeros de los protagonistas). Bastante imprescindible para los amantes de la buena televisión.

Once upon a time: Aunque una serie sobre cómo evolucionarían los cuentos Disney en una realidad alternativa no parece la mejor opción entre toda la oferta actual, el hecho de ver a los personajes clásicos mezclados entre sí, enfrentándose a problemas tradicionales o a los deseos de cambiar de bando, hace de esta una serie muy apetecible y entretenida. El único fallo, el exceso de croma. A veces, sangran los ojos.  Mención especial a la actriz Lana Parrilla que interpreta a Regina/Evil Queen; su trabajo es oro puro y no en vano es uno de los personajes favoritos de los fans pese a ser medio villana.





NO ME DA LA VIDA (I)

Con todo lo que hay que ver en cine este 2016, parece no haber tiempo suficiente ni para ir a las salas ni para comentarlo, así que no me queda otra que opinar de dos en dos.

The Dressmaker (La modista) 

Existen películas que son como 100 en una. The Dressmaker (2016), de Jocelyn Moorhouse, es una de ellas. 

Está la parte de thriller, con historias de asesinatos, memorias perdidas, personajes que no son lo que parecen, secretos escondidos y segundas intenciones; la cara cómica encarnada en una irónica e inigualable Judy Davis como madre de la oscarizada Kate Winslet, o el lado western, con una planificación y un escenario que bien puede recordar a los mejores clásicos.

Por supuesto, el vestuario es una parte importante de esta película. Sin embargo, aunque cumple de sobra su cometido, queda eclipsado por una Kate Winslet que no hace nada mal dentro de la pantalla, ni siquiera coser, demostrando que aunque su edad no cuadra ni con Liam Hemsworth ni con su propio personaje, el papel la merece a ella tanto como ella merece estar en esta pequeña joya de la gran pantalla. 

La banda sonora y un elenco de personajes a cada cual más peculiar completan un film que no solo entretiene en las tardes de cine, sino que sorprende mucho y muy gratamente porque, desde luego, no es lo que parece. 

Lo mejor: Ella. Sin duda. 

Lo peor: La escasa promoción. 

La sorpresa: Toda la película. Uno entra en la sala esperando una cosa totalmente diferente y sale sorprendido para bien. 


Cien años de perdón

Para los que siempre hemos defendido que el cine español es más que Almodóvar, el ascenso que nuestros productos audiovisuales están teniendo últimamente es todo un disfrute y Cien años de perdón (Daniel Calpasoro, 2016), un gran ejemplo de ello. 

En una época en la que los espectadores ya no guardan en las salas el silencio de antaño, este largometraje puede presumir de atrapar en la butaca sin posibilidad de movimiento desde el primer minuto. Pese a centrarse en un robo más o menos espectacular, el ritmo ni agobia ni estresa, permitiendo centrar la atención en unas interpretaciones sobresalientes. Todo ello unido a un guión que lleva al espectador de un extremo a otro buscando quién es el bueno y quién el malo y a una crítica muy bien escondida entre escenas de acción, hace de Cien años de perdón una buena, aunque lejana, candidata a los Goya.

Lo mejor: Tosar, De la Serna y Arévalo, por un lado, y la escena en la que los dos primeros confiesan qué ha pasado con el dinero del último atraco, por otro. Un toque de humor muy realista.

Lo peor: Un final descafeinado y algunos giros de guión demasiado rápidos.

La sorpresa: Logra que los espectadores no aparten la mirada ni la atención de la pantalla ni un instante.


SE NOS ESTÁ OLVIDANDO

Canto del Jerusalem en la Plaza de Santa Lucía (Zamora)
Hace ya unos meses que no le dedico tiempo a mi pequeño universo y la Semana Santa de Zamora me parece la mejor excusa para retomar mi pasión por la escritura.

Decía Karina que "volver la vista atrás es bueno a veces" y a mí me parece que eso deberíamos hacer respecto al mejor momento de mi ciudad natal. Pero deberíamos echarla muy muy atrás, casi hasta que nuestros recuerdos se vuelven borrosos y uno no sabe si son de verdad, imaginaciones o anécdotas que nuestros familiares nos han contado. 

Particularmente, recuerdo que eran mis tíos los que me llevaban a las procesiones "de por la noche", esas que me hacían sentir más mayor por estar en la calle y hasta tarde. En los momentos previos a la llegada de las capas pardas o del Cristo de la Buena Muerte, la oscuridad era mi cómplice y corría arriba y abajo, por la Puerta del Obispo o la Plaza de Santa Lucía. Pero en el instante en que los hermanos hacían acto de presencia, eran mis propios familiares los que me advertían del silencio obligado. Y ahí estaba yo, calladica hasta que pasaba el último hermano o cofrade, aprendiendo desde niña lo que un día querré enseñar a mi descendencia. 

Por eso no me cabe en la cabeza que hoy haya madres, padres, tíos, abuelos..., zamoranos o no, que no sean capaz de decir "cariño, te quedas delante de estos señores pero te tienes que portar bien". A nadie debiera importarle que un ser más bajito e inocente que uno mismo se ponga delante en las procesiones, siempre y cuando el infante sea consciente de que no está en una cabalgata de reyes. Pero después de ser testigo de cómo una señora, desde tercera fila, gritaba a su nieto, en primer línea de batalla, "¡Óscar, ¿te vienes o te quedas a ver los tambores del final?!" en plena procesión del Silencio (repito, DEL SILENCIO), pues una no sabe qué esperar. 

También recuerdo que salir en procesión era motivo que reencuentro familiar, de ver a tías, primas y amigas vestidas todas igual y marchar a acompañar a la Virgen. Por tradición, por religión o por el motivo que cada una guardaba para sí, pero nos lo tomábamos en serio y serias y silenciosas recorríamos las calles que tocaban. Silencioso era entonces todo el que acudía a vernos, pese a que somos un montón bastante grande de mujeres vestidas de negro. Pero el respeto y la devoción se podía respirar sin dificultad alguna (nada que ver con todas las conversaciones de las que hoy puedo ser testigo mientras procesiono). Por eso no sé cómo actuar cuando veo a damas, cofrades e incluso cargadores, sacando los móviles para fotografiar al paso; o cuando una dama y sus tres hijas se paran en plena procesión para que Conchi, la amiga que las ve desde la barrera, les haga la foto de turno (por supuesto Conchi las ha llamado a voz en grito para que se percataran de su presencia, tras sonar el móvil de alguien/es que "olvidó" ponerlo en silencio o vibración). 

Otro potente recuerdo de mis primeras semanas santas es el silencio que proseguía al canto del Miserere. Todo un orgullo contenido para los familiares de los cantores o para los amantes de ese único momento que era respetado por todos y cada uno de los asistentes hasta que el Cristo abandonaba la plaza. Por eso, para mí es incomprensible el murmullo que se escucha hoy tras la última nota; no concibo tener que llamar la atención a nadie para recordarle que la procesión no ha terminado de pasar. 

Basura del botellón de San Martín (foto de La Opinión de Zamora)
Tampoco vi mucho en mi niñez que nadie se cagara en Dios porque alguien le pide silencio para escuchar Thalberg; peleas sin sentido por pretender ocupar un espacio minúsculo habiendo llegado escasos minutos antes que los primeros cofrades; no respetar los visibles carteles que informan de que ahí uno no se puede poner, por su propia seguridad, o toneladas de basura más propias de manadas salvajes que de un cúmulo de personas.
A estas alturas del artículo pueden pensar que soy muy tiquismiquis, refunfuñona o cascarrabias y puede que tengan parte de razón. Pero también pueden pensar que la Junta de Castilla y León va a tener que cambiar de estrategia para promocionar la Semana Santa de Zamora porque eso del recogimiento, la devoción, el silencio, el respeto, etc, etc, etc. ya no se estila. Por lo menos, en los últimos años, la Semana Santa saca lo peor de nosotros mismos en cuanto a educación se refiere. 

Y esto tiene una sencilla explicación. Se nos está olvidando que es Semana Santa. Se olvida que esos 10 días hay desfiles procesionales, tradiciones, cultura, arte y un larguísimo etcétera que nada tiene que ver ni con el turismo ni con ningún espectáculo. Se nos está olvidando y se nos olvida transmitir qué es de verdad y cómo cada uno la siente. Para unos es religión, para otros tradición; para unos vacaciones, para otros cultura o para otros tantos, unos días de fiesta. Pero sobre todo, es algo con lo que los zamoranos nacemos y vivimos y que deberíamos asociar al respeto y a la transmisión generacional.

Mis amigos y mi familia me dicen que mando mucho callar en las procesiones y no de la mejor manera, y seguramente tienen razón. Pero no lo hago porque me molesten los susurros o las conversaciones sobre lo lento que va el desfile o los planes después del mismo. Lo hago porque me puede la desesperación de pensar que, si no pongo mi pequeño aunque inútil granito de arena, perderemos lo mejor que tiene está olvidada ciudad tal y como todos a todos nos la enseñaron.




domingo, 14 de febrero de 2016

JOYAS AUDIOVISUALES


Todavía me descoloca lo que el 2016 nos está trayendo en cuestiones audiovisuales. Me faltan días para acercarme a las salas a disfrutar de las joyas que se estrenan cada semana. Pero, haciendo un esfuerzo y robándome mis propias horas de sueño, en estos días he podido disfrutar de dos maravillas cinematográficas.


La novia

Quien piense que el ser fiel al texto de Lorca es un lastre para este largo de Paula Ortíz, está más que equivocado. Las palabras del poeta en los susurros de Inma Cuesta, Álex García y Asier Etxandía atrapan al espectador desde el minuto uno en un alo de tragedia, pasión y belleza audiovisual. Una fotografía impecable, unas interpretraciones más que sobresalientes y un montaje magníficamente estudiado y conseguido logran que La novia sea una de las películas del año y de la historia del cine español.

Lo mejor: ellos y ella. Etxandía, García y Cuesta se salen de la pantalla en cada fotograma. No dudo del talento de Natalia de Molina y le auguro muchos éxitos y más premios, pero el Goya a la mejor actriz este año llevaba velo blanco.

Lo peor:
Que, por desgracia, no va a ser un éxito en taquilla.

La sorpresa: Cómo Leticia Dolera logra contener toda esta historia en su mirada.

El Renacido

Así veo yo a Leo con cada película que estrena: renacido, reinventando y más que preparado para recibir ese ansiadísimo Óscar.

El Renacido es una obra de arte en todos los aspectos. Cada plano es un cuadro que no solo da información sbre la historia sino que también muestra la espectacularidad de un paisaje tremendamente bien escogido, desconocido, que transporta al espectador a un universo extraño pero que, gracias al talento de Leo DiCaprio y Tom Hardy, termina siendo un escenario tan perfecto como cómodo para la población de las butacas.

El sonido no se queda atrás. Tanto la banda sonora como la edición del sonido están diseñados y puestos al servicio de la máxima expresión de la superviviencia humana.

Y pese a que El Renacido puede verse como una película dura, argumentada en los límites del ser humano, tanto físicos como mentales, la verdadera razón por la DiCaprio es justo merecedor del premio de la Academia es que dota a esta descarnada y realista aventura de los más humanos sentimientos.

Lo mejor: El realismo que impregna todo el metraje. Interpretaciones, paisaje, realización, banda sonora, sonido, fotografía... Iñarritu se ha superado a sí mismo.

Lo peor:
Que todavía hay dudas de si Leo conseguirá su premio.

La sorpresa: Que dentro del oso haya una persona.

viernes, 5 de febrero de 2016

Y TÚ, ¿QUÉ MIRAS?



Muchos ya no usamos el despertador porque existe el móvil, primera pantalla que vemos en el día.
Antes de llegar a trabajar, seguramente habremos consultado varias veces Wassap, Facebook, mails, etc. en móvil o tablet (segunda pantalla). En el trabajo, por supuesto, usamos a la reina madre, el ordenador (tercera pantalla). Si vamos a tomar un café a media mañana, probablemente haya televisor en el bar de turno (cuarta pantalla). Si no, haremos uso de él a la hora de comer o de cenar, costumbre poco sana y nada práctica. Además, por distintos motivos consultaremos varias veces al día nuestro portátil (quinta pantalla). Llegará el fin de semana y muchos optarán por el cine como método de desconexión (sexta pantalla). En total, habremos pasado más del 60% del tiempo que estamos despiertos en modo zombie, frente a un aparato emisor de luz azul y engullidor de vida social. Y a nuestro alrededor habrá pasado un mundo en el que nuestros hijos crecen y las estrellas brillan sin reducirse a pulgadas ni formatos de vídeo.


viernes, 29 de enero de 2016

EN TU CAMA O EN LA MÍA

¿Conocen el programa ‘Casados a primera vista’? Más allá de la llamativa dinámica del reality, una de las novedades de esta edición es una pareja homosexual. Obviamente, el programa emite imágenes de dicha pareja besándose, como hace con el resto de recién casados. Este gesto, un simple y sencillo beso, provocó que alguien escupiera ante mis ojos y exclamara “¡Puaj, que asco!”. No con ninguna de las otras ocasiones en las que dos bocas ajenas se únen como muestra de afecto, solo con esa. Con el ósculo entre dos hombres, pero bocas y besos, al fin y al cabo, muestra de idéntico sentimiento. Me dolió pues entre mis fieles amistades tengo quien se acuesta con otras personas (repito, PERSONAS), independientemente de su género. No le di más vueltas, pero la
casualidad sí y ese mismo día acudí a disfrutar de 'La chica danesa'. En esta película, ambientada en el siglo XIX, también hay claros ejemplos de homofobia, concretamente en forma de paliza a una persona confundida con su cuerpo. 

¿No es escandaloso que, con un siglo de diferencia, todavía  importe más a quién besa y cómo se viste alguien que la persona en sí misma? ¿Qué importará quién esté en tu cama o en la mía?